20 dic. 2007

EL PERRO



El perro de la casa se escapo.
Fue a las siete de la mañana cuando Casimir salía del garage. Espero toda la madrugada para fugarse. Se escondió entre los otros autos de la casa para que no lo amarraran. Recordaba con el frío de la madrugada aquel día en que llegó a esa casa. A penas tenía 2 meses de nacido. Tenía ilusion de tener familia, de lamer, de querer y de ser querido. Con el tiempo, la ilusion del hogar cálido desaparecio y su nombre se fue desvaneciendo. Era estorbo; era perro.
Aquella mañana, esperó la salida del sol y entonces sintió miedo. Casimir encendio el auto, tomó el control de la reja automática y presionó el botón de salida. El perro caminó canino con sus varias patas y se acercó al portón. Ni siquiera corrió. Nadie lo vigilaba, nadie lo detenía. Salió por la reja sin mayores estrategias, sin mayores prisas. Casimir retrocedio el auto y cerró la reja automática. Aceleró mientras cambiaba la estación de radio.
Choque. Ruido. Quejido de perro. Llanto. Agonía.
Casimir se bajo del auto y vio a su perro en al pavimento. Temblaba.
Casimir carga al canino… Camisa llena de sangre… Asientos llenos de sangre.
El perro murió.
Casimir enterró al perro en el jardín de su casa. Llora.
Lo quiere mas que nunca.
Lo quiere como nunca lo quiso.
Lo quiere porque no está.

24 ago. 2007

TODO PASA


Pasa el día y la semana,
Pasa la piel que se pone como pasa.
Pasa el caballo que corre como el tren
que dicen que pasa solo una vez.
Pasa el agua,
Pasan las lluvias,
Pasa el desastre y el desasosiego.
Pasa la lagrima que es salada
como el mar que también pasa con las olas y con el viento.
Pasan las agujas y el segundero,
Pasa la moda,
Pasan los grupos,
Pasa la fama, que así como viene pasa.
Pasa la hermosura, la delgadez y la gordura.


Pasa un tsunami y destruye a lo que pasa.
Pasan las guerras.
Pasan los árboles y las primaveras.
Pasa el invierno y pasa el hielo,
Pasa el incendio que deja cenizas que pasan con el viento.
Pasa el ganado y las manadas,
Pasas tu o paso yo?,
Paso, “Pasas?” , pasan.

Pasa el dolor
Pasa la sonrisa
Pasa la conquista
Pasa el beso y el orgasmo.
Pasan los años y los hijos
Pasan los nietos y las familias

Pasan las tierras que se unen y se desunen
Pasan los rumores y las teorías
Pasan las verdades y las mentiras
Pasa el río y pasan las piedras
Pasa el golpe y la noticia.

Pasan mis ojos por este mundo
Para ver que lo que existe pasa.
Pasa y no quiero que pase.
Pasa y ya quiero que pase.
Pasa inexorablemente.
Pasa la vida que se va y que se nos pasa.
Pasa la vida que de pasar se trata.

Paso y me decido:
paso la prueba.
Pasan los recuerdos y las heridas
Paso la página.
“Mami: ya pasó?”

“Pasa Daniela! ya estás en tu casa...”

24 de Agosto del 2007

4 jul. 2007

EL REGALO





Eran las cinco de la tarde y el cielo de Wimbledon estaba nublado. Los brazos negros y sólidos de Indira raqueteaban la pelota con firmeza, como si cada vez fuese a dar la estocada final. Sus dos piernas, duras como rocas, sostenían el cuerpo ágil de la atleta americana, quien, a pesar de la edad, pisaba el último período de su exitosa carrera como tenista.

Indira jugaba el primer tiempo de un importante partido en la ciudad londinense. Su competidora, una rusa blanca y mucho menos fuerte que ella, hacía todos los esfuerzos posibles para combatirla pero, como todos los competidores de Indira, la rusa encontraba demasiados obstáculos para ganarle a la americana.

Indira se sentía segura de sí misma, confiada de su juego, de su estrategia y de todo el entrenamiento que durante años había recibido de su padre. Aquel hombre, robusto y negro como Indira, había criado a sus dos hijas y las había preparado para el tenis desde muy pequeñas. Los ojos del padre robusto miraban cada movimiento que Indira hacía en sus jugadas y aunque ella lo sabía, aunque estaba consciente de que estaba siendo juzgada por la mirada severa pero justa de su padre, aun así le acompañaba la seguridad y la confianza en sí misma.

Entonces, los dioses del olimpo, que con frecuencia ven los partidos de tenis y que sabían de la seguridad de Indira, decidieron, después de una breve discusió celestial, enviarle una prueba a la joven atleta.

En la tierra, Indira dio un extraño paso en una de sus jugadas y sintió como la pantorrilla de su pierna izquierda se le convirtió en un mármol implacable que enseguida la carcomió del dolor. Con su mano derecha tomo su raqueta y la golpeo contra su pierna estática como en un intento de ablandarla. Se dio golpes una y otra vez pero fue imposible aflojarla. Intentó hacer un saque pero la pierna no le respondió y enseguida se vino con todo su cuerpo contra el cesped de la cancha londinense. Al momento, vinieron algunos medicos personales a evaluar el estado de Inidira quien intentaba cubrir la expresión de dolor con una de sus manos.

_ Olvídalo Indira! Lo mejor es que te retires! en estas condiciones no vas a poder continuar con el partido!_ Intervino uno de los médicos especializados.

_ Vamos nena! Vamos a casa!_ insistió el padre y entrenador de Indira.

Movio la cabeza diciendo que no, negándose a semejantes propuestas, luchando contra las dos lágrimas que corrían por sus mejillas, tratando de arrancárselas para no perecer.

Se levantó apartando a todos de su lado. Tomó la raqueta y al hacer el primer saque la pierna se le endureció aun más y volvió a caer adolorida sobre el cesped. Antes que el mismo equipo fuera a rescatarla, rápida, se levantó e hizo señas para que supieran que estaba bien y que no los necesitaba. Indira comenzó a jugar a pesar del dolor. Cada movimiento era una lágrima y cada paso provocaban los gritos de la jugadora. Sudaba. Estaba empapada y sus ojos aguantaban de no perderse en el dolor y concentrarse en lo que hacía.
El juego quedaba como en cámara lenta para sus ojos. Indira apoyaba su pierna acalambrada, tomando con sus dos manos la raqueta y dándole con todas las fuerzas y con toda la precisión posible a la pelota. Esta cruzó la malla y cayó casi al borde del otro lado de la cancha dejando a la rusa sin posible alcance. Indira lanzó un grito. Esta vez era un grito diferente, era un grito milenario, anscestral, de lucha, de logro, de sobrepaso de límites; era un grito animal, negro, con los dientes, con las lágrimas. El padre se levantó de las gradas, abandonó las gafas y la acompañó a ella con su maullo épico de triunfo.
Indira seguía sudando y aunque aun quedaba tiempo de juego, las fuerzas se agotaban y la tensión de la pierna se volvía insoportable. La joven robusta sintió que sola no iba a poder más. Entonces, con las manos juntas, levantó su cabeza hacia el cielo y, con los ojos cerrados, balbuceó algunas palabras. Nadie entendía lo que Indira hacía. Ella misma no sabía lo que hacía. El padre se volvió a levantar de las gradas , señaló el cielo con su dedo índice y grito en grito de eco:

_ Indira!!!

Indira abrió los ojos y vio las nubes con la lluvia amenazante. A los pocos segundos, el acontecimiento era inminente: las gotas cayeron sobre la cancha de Wimbledon la cual recubrieron con un plástico inmenso hasta que pasara la fugaz e inesperada tormenta. El partido quedó detenido y gracias al descanso obtenido por el clima, Indira pudo reposar la pierna y recuperarse casi del todo. En un lapso no mayor de quince minutos la lluvia se detuvo (como para que no se pensara que aquella lluvia había sido cosa de la suerte) y el juego continuó. Indira seguía lesionada pero con menos obstáculos que antes. Seguía con su espíritu implacable de triunfo pero en sus ojos, se reflejaba un ligero cambio. Aquella seguridad que siempre la acompañaba se había redimensionado de una forma inaudita; no sólo era que estaba segura de que podría lograr cuanto se propusiera, sino que al mismo tiempo se daba cuenta de su propia vulnerabilidad como ser humano. La posibilidad de ser derrotada le había acercado a la maravillosa visión de superarse realmente a sí misma, de aprender cada día de algo que ella suponía tenía aprendido. Esa tarde, Indira sobrepasó los límites y jugó con los dioses del Olimpo quienes al ver su invaluable esfuerzo, le regalaron el milagro de un pedazo de conciencia.


(inspirado en un juego de Serena Williams)
_Fotografía cortesía de internet_

23 jun. 2007

ANGELICA DELIRIUM



Angelica, venida de la pesadilla,
venida del pene gigante que la persigue,
de los dientes gigantes que se la comen,
del barco de plastilina y del ojo incesante,
se levanta sin mas movimientos
que los que hay en un despertar comun
de madrugada y pesadilla cualquiera.

Angélica Delirum delira la lucidez
y se pregunta si aun sigue soñando.
Se toca los brazos y se toca la cara,
se toca los ojos y los obliga a sus dedos.

Angelica se mira en el espejo
y en su habitación no hay espejos.
Toca la cobija que la arropa del frio
y siente la tela como nunca la habia sentido.

La cobija se le convierte en centro,
en el objeto mas especial e invaluable,
no por ser cobija, sino por ser sin querer serlo,
por estar y permanecer a su lado

Angelica delirium delira que dice las palabras prohibidas

Habla con todos y con la nada,
luce como loca si la viesen,
pero en realidad es la cordura la que le abruma.
Rie de dicha extrema porque lo ha resuelto todo
y no ha resuelto nada.

En un pedazo del prodigio de su cobija
se dibujan figuras diversas que le asombran
y que le aterrorizan.
Cierra los ojos y sale corriendo de su delirium.

Busca la tele y se olvida de lo ocurrido.
Se averguenza de si misma
y tambien se enorgulloce por haberlo visto.

Haber visto que?
Se pregunta en voz alta.

Angelica Delirium duerme nuevamente
y en el sueño piensa que está despierta
y que camina cuerda como la gente
y que se arropa con cobijas normales
con las que se arropa la gente.

Si tan solo supiera
que ha vivido por vez primera
la luz y la claridad del espiritu.

Coraje Angélica!

Abre los ojos aunque te petrifiques!
No temas a este mundo!
Levantate!
Despierta!

(fotografia cortesia de internet)

11 may. 2007

FORO DE DISCUSION 1:


TEMA A TRATAR:
"La Sublimación"

Según algunas fuentes recopiladas, sublimar, significa lo siguiente:
"...cambiar el objeto pulsional (del deseo) del sujeto por otro objeto, desexualizándolo para hacerlo pasar a través de la conciencia ya que todos nuestros deseos son reprimidos e instalados en el inconsciente. La sublimación es como una forma de "engañar" a nuestra consciencia para llevar a cabo el deseo sublimado. Sería como derivar el deseo y realizarlo, o intentar realizarlo, por otro camino (tareas de prestigio social, como arte, religión, ciencia, política, tecnología). "

Con este concepto entendemos que;

1) Se siente el "deseo inferior" (D.I.) (instintos de violencia, institintos sexuales, etc)
2) Se detiene el D.I. y no se lleva a cabo bajo su forma.
3) Se elige una "actividad superior" (A.S.) de órden intelectual, deportiva o artística de la misma fuerza del D.I.
4) Se realiza esta A.S. y se sustituye al D.I.

Preguntas de reflexión entorno al tema:

- En el paso que se plantea en el número "2":¿no se estaría reprimiendo el D.I. al detener al mismo?
- Si hay tal represión: ¿no quedarían los D.I. igualmente alojados en el inconsciente sin importar cual A.S. hagamos?
-¿Cómo saber si al elejir una A.S. se extingue por completo el D.I.?
- Entonces:¿Existe verdaderamente la sublimación?

Dejemos que las respuestas vengan de los lectores...

5 may. 2007

EL TRANSCURRIR DE LAS AGUJAS



La aguja esperaba asfixiada dentro del paquete. Sabía que pronto saldría porque era la última y la única que quedaba en la gaveta de aluminio. Había esperado meses para el momento de salir de allí , pero cada vez que la mano gigantesca abría la gaveta, se tropezaba con su paquete y escogía a otra. Ella era la aguja más gruesa de todas y por eso la mano siempre la evitaba y elegía a las más finas y delicadas. Sin embargo, siempre sentía alivio al ver que nunca era la elegida pues pensaba, que las que eran tomadas, sufrían un tortuoso destino. Durante meses había escuchado el llanto y las súplicas de las otras agujas que imploraban piedad y por eso se sentía aliviada cada vez que la mano gigantesca tomaba el empaquetado cuerpo de otra.
Un día, la mano abrió la gaveta y la aguja sintió pavor: sabía que la tomarían a ella pues no habían más agujas en aquel espacio. La mano la tomó apresuradamente y ella sintió nervios por lo que estaba sucediendo. El paquete fue arrancado de sus alrededores y enseguida entro una brisa que invadió toda su longuitud. Pronto comenzó a percibir todos los olores de su alrededor y los colores se apoderaron de sus sentidos (no sabía que eran colores pero igualmente los percibía.) De pronto sintió como su cabeza traspasaba una superficie fina y seca que no tardó en volverse roja y húmeda. Experimentaba un calor sofocante que la estaba asfixiando pero pronto, un líquido frío y tajante, pasó a través de su cuerpo y la heló por completo. Estaba petrificada por las sensaciones extremas y entonces deseó salir de aquel lugar. Su deseo se materializó súbitamente; era como si algo o alguien estuviese escuchando sus pensamientos porque pronto la mano gigantesca la tomó fuertemente y la jaló hacia afuera. Su cabeza fue expulsada de la superficie fina y suave y en la punta de su cabeza quedó adherida una gota de color rojo. La aguja, inmóvil en su naturaleza, percibía todo a su alrededor, esperando a la expectativa los próximos acontecimientos. De repente, un miedo superior la invadió por completo, como si presintiese lo que venía a continuación: la mano la lanzó por los aires y la aguja recorrió el espacio en cámara lenta. El tiempo se había prolongado en ese momento y la aguja comenzó a procesar los mil sonidos que había escuchado durante su estadía en la gaveta. Recordó los quejidos y las súplicas de las otras agujas y entonces pensó que ahora le esperaba lo peor. De pronto sintió como la luz disminuia y el aire se comprimía en un sólo espacio. Su puntiaguda cabeza choco contra una superficie dura e impenetrable lo que ocasionó la total torcedura de su cuerpo estremecido. Una gran tapa negra se acercó al recipiente donde había caido hasta pegarse completamente. La aguja estaba de nuevo encerrada en un paquete más grande pero más oscuro, con el cuerpo torcido y adolorido. Un pequeño rayo de luz le dejaba ver los cuerpos muertos de otras agujas que yacían tiradas a su alrededor y entonces supo que había llegado el final. Sin embargo, al poco tiempo del impacto, logró ver las otras agujas que compartían con ella el reducido y asfixiante espacio: todas, en su fúnebre estado, mostraban expresiones de placidez y de gratitud en sus rostros puntiagudos. La aguja no lo entendía. ¿Cómo después de aquel sufrimiento podían mostrar complacencia en sus expresiones? ¿Cómo no habían muerto sintiendo pánico y terror por las sensaciones extremas y el dolor? ¿De qué sonreían?

La aguja cerró los ojos y sucumbió.

El sonido de la gaveta de aluminio la despertó. La mano gigantesca comenzó a vacilar en la elección de alguna de ellas. La aguja había estado soñando y aunque nada de aquello había pasado realmente, su destino era inevitable e inminente. Sin embargo, dentro de sí, cultivaba un extraño deseo: anhelaba ser elegida por la mano gigantesca. Deseaba experimentar realmente todo lo que había soñado, salir del paquete de plástico, sentir la brisa, percibir los colores y la calidez del rojo y de las supeficies, volar por los aires y finalmente chocar contra la superficie cruda y dolorosa de la papelera. Entonces sucedió. La mano gigantezca la eligió a ella antes que a las otras agujas. Sus envolturas fueron rasgadas de su alrededor y así sintió la plácida brisa del exterior. Cuando finalmente voló por los aires, entendió que los quejidos que había escuchado desde la gaveta no provenían de las agujas sino de los seres de las manos gigantezcas. La aguja sintió la dicha de haber vivido y de ser elegida, la dicha del placer, de los extremos y del dolor. Al caer en el fondo de la oscura papelera llevaba en su puntiagudo rostro la misma placidez que había visto en los mil rostros de las agujas de su sueño. Ahora ya no sentía miedo. Con las últimas fuerzas de vida, torció su punta afilada y, feliz, murió.